Mi pasión por el cine nació en la infancia. Aún conservo la memoria de aquel primer encuentro con la oscuridad de una sala, a mis cinco años; fue entonces cuando el anhelo de contar historias eclipsó mi sueño de ser astronauta y alcanzar las estrellas. Hoy, con más de un cuarto de siglo de experiencia a mis espaldas, me considero un privilegiado por dedicarme a lo que amo.

 

Mi fascinación abarca cada etapa de la creación: desde la chispa inicial de una idea hasta su manifestación en la pantalla. Veo a los cineastas como alquimistas modernos, transformando lo común en relatos extraordinarios. Aunque mi formación es en dirección, encuentro igual deleite en la escritura, en la intimidad de una cámara al hombro buscando ese instante irrepetible que tejerá la narración, o en la sala de montaje, donde la historia finalmente respira y se completa.

 

Mi amor por esta profesión es inmenso y anhelo que perdure por muchos años más.